febrero 22, 2018 3 Tiempo de lectura

Como ustedes saben, en este blog procuramos escribir sobre temas cotidianos que nos atañen como mamás y papás. Tanto las otras mamás que publican como yo nos basamos mucho en nuestra experiencia y las vivencias diarias. No somos pediatras ni psicólogas expertas, pero somos mamás de diferentes niños y niñas y nos gusta aprender sobre lo que pasa con nuestros hijos.

Por eso ahora quiero platicarles sobre algo que me acaba de suceder y estoy segura que muchos de nuestros lectores nos entenderán. También les recuerdo que aunque cuatro mamás escribimos todas las semanas, la invitación a que nos manden sus textos sigue abierta; no se preocupen si creen que no tienen buena redacción o que lo que pueden contar no es importante, claro que lo es, el Blog de Tubbies se encargará de que sus historias tengan difusión y puedan ser de ayuda para alguien más.



Una de las cosas que más nos hace sufrir como padres es que los hijos se enfermen; buscamos y tratamos de todas las maneras que no la pasen mal, pero es inevitable, y más cuando son chiquitos. Mi nena acaba de pasar por una infección de garganta y oídos y en verdad hubiera hecho lo que fuera con tal de no verla llorar y sufrir. Por eso, después de una noche que pasó la mayor parte del tiempo llorando y sin poder comprender del todo que tenía, me la llevé a la oficina. Algunos papás recurren a familiares o amigos para encargar a sus hijos cuando no pueden ir a la escuela, o de plano, si es muy grave la situación, hay que pedir el día en el trabajo. Generalmente a las mujeres es a quienes más nos afecta esto, y en varios trabajos son incomprensibles y pesados, pareciera que te reprochan ser madre. Ésta es una condición que debemos cambiar: un hijo no es un problema o una carga, es una prioridad y ante cualquier emergencia, los padres deberían poder ausentarse del trabajo sin represalias; finalmente, no hay labor que no pueda postergarse un poco por la salud de un hijo.

Para mi buena fortuna, en mi oficina son súper comprensivos y como Estefanía no estaba tan mal, me la llevé. Mis compañeros gozan mucho cuidándola, se turnan para jugar con ella; y a la vez, a ella le fascina sentarse a su lado, verlos trabajar y platicarles. Ahora está aprendiendo a escribir, entonces dejó hojas por toda la oficina con letras o palabras cortitas: gato, casa, mamá o los nombres de mis colegas. Para entretenerla, le imprimimos varias hojas de caricaturas para colorear y yo me aseguré de que llevara una buena cantidad de colores y crayones. También algunos libros para que los hojeara y juguetes que la mantuvieran sentada y tranquila: una muñeca con su ropa y accesorios, con la que juega a que es la mamá, y rompecabezas. La verdad es que siendo pequeño, estar tanto tiempo encerrado y estático puede resultar muy aburrido, por eso sólo estuvimos un rato, en lo que yo resolvía lo más urgente.


En algunos países donde hay oficinas muy grandes, corporativas o de gobierno, se ha implantado poner guarderías dentro de las áreas de trabajo: esto puede ayudar muchísimo a los padres a sentirse seguros sobre dónde dejan a sus hijos y también es funcional en estos casos donde no hay mejor vigilancia que la de los padres. Otra cosa que debemos aprovechar al máximo es la época que nos tocó vivir y todos sus avances tecnológicos; en ocasiones no hace falta estar presente en la oficina y gran parte de nuestras labores las podemos hacer en la computadora en casa y todo se resuelve con un email o una videoconferencia. Esto es algo que yo aprovecho mucho y me ha ayudado a estar con mi pequeña cuando me necesita: si tienen la oportunidad, coméntenle a sus jefes si pueden valerse de estos recursos y así pasar más tiempo con sus chiquitines. Nos leemos pronto.

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