febrero 27, 2018 3 Tiempo de lectura

Una de las cosas que he aprendido como mamá es a tragarme mis propias palabras. Cuando no tienes hijos es muy fácil decir frases como: "Yo no voy a hacer esto cuando sea mamá"… "¿Ya viste lo que hace Fulanita con sus hijos?, Jamás lo voy a permitir"… "Mi hijo va a ser así y nunca como tal"…

Cuando eres mamá y tienes que enfrentarte a los problemas del día a día, las cosas cambian tanto, no son para nada como imaginabas y acabas haciendo esas cosas que juraste que nunca, jamás, ibas a hacer.



Por ejemplo, cuando mi mejor amiga estaba embarazada me dijo un día: "Yo no voy a dejar que mi hijo use el celular o una tablet". Y ahora, su hijo de casi cinco años tiene una tablet propia que usa a la perfección. Podemos plantearnos ideas a seguir durante nuestra paternidad, pero hay que estar conscientes que una de las reglas más importantes es que nada saldrá conforme lo planeado y lo mejor es adaptarse a la situación. Como el caso de la tecnología, ¿qué hacer ante ella?

¿Cómo usar la tecnología a favor y no en contra de nuestros hijos?


Hace algún tiempo mi esposo y yo estábamos con Gabriel en un restaurante. A nuestro lado, en dos mesas diferentes, vimos el panorama distinto de dos familias, ambas con dos hijos cada una.

La primera se parecía más a nuestra realidad: papá y mamá no comían y ambos luchaban por darle de comer cada uno a un hijo, a pesar de que sus hotcakes se enfriaran… hasta que los niños acabaron y se fueron al área de juegos, ellos pudieron desayunar; fue una dura batalla.

En la segunda mesa, papá y mamá comían plácidamente sus hotcakes calientitos y cada hijo tenía su tablet y la que se enfriaba era la comida de los niños. ¿Cuál de ellos estaba en lo correcto? Ambos habían tomado una decisión y no era nuestra responsabilidad juzgarlos.

Las tablets, celulares y otros dispositivos pueden ser de ayuda en la crianza de los niños: existe un montón de contenido apto para ellos; incluso en la escuela de Gabriel la maestra se apoya en videos que luego también vemos y cantamos en casa. El chiste es ese, que siempre se dé la supervisión de los padres; sobre todo, conforme los niños van creciendo, porque las aplicaciones pueden ser engañosas (sobre todo las redes sociales) y conducirlos a algo que no sea apropiado.

Yo soy de la idea de que un niño no necesita Facebook o un celular, su interacción con los amigos debe ser cara a cara. Pero lo cierto es que en algunos momentos, son útiles. Yo le permito a Gabriel ver videos en Youtube mientras me baño, así sé que no va a hacer ningún desastre o travesura. Mi confianza radica en que él mira constantemente los mismos videos, pero siempre los veo antes con él y le he advertido que algunos no me gustan y él sabe que no debe verlos. Tiene cuatro años, todavía puedo ejercer esa autoridad.


Generar un balance sano

El problema es cuando crecen y los padres no somos tan enfáticos con el control. Cuando les damos demasiado tiempo frente a ellos, porque sí, les generan adicción, los vuelven más sedentarios y berrinchudos. Alguna vez Gabriel se ha negado a entregarme el celular y se ha puesto a llorar. Cuando eso pasa, no se lo presto en varios días. Creo que el chiste es que encontremos un balance, que los usemos para lo bueno: en las escuelas, cuando los niños son más grandes, se apoyan con programas y aplicaciones muy educativos que ayudan en temas que a lo largo de generaciones se ha comprobado que no son del agrado de los niños (las tablas de multiplicar, por ejemplo). Pero también la maestra debe seguir de cerca el uso que los niños le dan a la tecnología.

Cuéntennos en los comentarios, ¿ustedes dejan que sus hijos usen estos aparatos? ¿Han tenido alguna buena o mala experiencia? Y compartan con otros papás a quienes crean que esta información les pueda ser de utilidad.


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