febrero 13, 2018 3 Tiempo de lectura

Con gran gusto les cuento que el día de ayer Gabriel cumplió cuatro años. Por un lado, el tiempo se ha ido volando, pareciera que fue ayer cuando me lo entregaron en el hospital para que lo vistiera por primera vez y yo no tenía ni idea de qué hacer o cómo actuar.

Me entró el pánico sólo al tomar su frágil mano y tratar de meterla en la ropa que habíamos traído (por ser invierno, aparte, eran varias capas que, para ser totalmente honestos, apenas y le pude poner un par).

Recuerdo la ola de preguntas y dudas que me surgieron los primeros días de su vida, ¿es normal esto o aquello?, ¿está bien que duerma poco?, ¿cuánto debe comer? La nostalgia me invade cuando veo sus fotos de más bebé y recuerdo lo bonito que era que se quedara dormido en mis brazos o cargarlo y contarle tantas cosas.



Pero también debo confesar que esta edad de Gabriel me encanta: poder platicar con él, que se le ocurran chistes, enseñarle sobre muchos temas y ver su capacidad de retención, que me haga inmensa cantidad de preguntas y poder discutirlas. Justo el domingo nos quedamos platicando todo lo que podrá aprender ahora que ya tenga cuatro años, dos cosas lo emocionan sobre todo: aprender a escribir las letras y a nadar sin "flotis". También le ilusiona poder vestirse solo, bañarse solo, comer al cien por ciento solo… supongo que en cierta medida lo que desea es ir siendo cada vez más independiente.

Niño del cumpleaños


Para festejar su cumpleaños organizamos una fiesta. Ha sido, sin duda, la más grande que le hemos hecho y valió la pena: estaba contentísimo, no paró de saltar en el brincolín, de correr con todos sus amigos del kínder de un lado para otro. Él nos pidió específicamente que en la fiesta hubiera un show de marionetas y en lugar de pastel, solicitó cupcakes. Ambas cosas se las concedimos porque nos pareció importante respetar sus decisiones y sus gustos. Finalmente, de esta fiesta sí podrá acordarse en el futuro, puesto que muchos conservamos memoria de algunos sucesos de cuando teníamos cuatro años y para nosotros fue muy importante verlo así de feliz. Creo que si tenemos la posibilidad, debemos celebrar los cumpleaños de nuestros hijos, dejarles saber lo fundamentales que son y lo mucho que los queremos. Yo no paré de recordarle a Gabriel lo muy amado que es, sus abuelos y tíos le llamaron en su cumpleaños para felicitarlo (ya que casi todos viven un poco lejos) y, por encima de todo, enfatizamos lo especiales que ha hecho nuestras vidas, porque es cierto, los hijos vienen a cambiarnos el mundo y sí, implican transformaciones completas, pero vale la pena.



Si no tenemos muchos recursos económicos, podemos hacer algo más pequeño para celebrar los cumpleaños, me acuerdo que para muchos de mis cumpleaños mis papás andaban muy gastados y nada más me preparaban un pastel y lo partíamos en familia, a veces invitábamos algunos amigos de la escuela y con eso la fecha no pasaba desapercibida. Mi hermanita me confesó que uno de los días más felices de su vida fue también su fiesta de cuatro años, que fue de las Chicas Súperpoderosas, a ella hasta le pintamos el pelo de naranja con spray para que se pareciera a Bombón. Es muy fácil hacer felices a los niños, no hace falta comprarles los regalos más caros y aparatosos, simplemente recordarles que desde los cuatro años son miembros muy especiales de una familia que siempre estará disponible para ellos y más allá de cualquier problema, siempre los vamos a querer y a apoyar.

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