Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia que fue muy buena para mí durante los primeros años de mi hija Estefanía: el porteo. Una amiga mía me regaló un par de fulares cuando estaba embarazada y me aseguró que serían muy útiles, ¡estaba en lo cierto!
Aunque pareciera que el porteo o llevar al bebé en «canguros» es algo que se está poniendo de moda, lo cierto es que es una tradición que tiene muchísimos años, pues llevar a los bebés cargados con una tela es algo que las mujeres han hecho desde siempre, ¿por qué? Porque es práctico y beneficioso para ambos.
La primera vez que metí a mi bebé en el fular (o rebozo) tenía como veinte días de nacida. Seguí las instrucciones que venían anexas en un video y muy pronto nos acoplamos (si te colocas adecuadamente el fular, es muy cómodo para ti y más para el bebé). A los chiquitos les encanta porque otra vez están muy cerca del corazón de mamá y lo oyen latir como en cuando estaban dentro del vientre. En otra ocasión que me puse a la bebé en el fular, cuando tenía como dos meses, pasó casi cuatro horas perdidamente dormida. Otras veces, con simplemente anudar diferente los extremos de la larga tela, la coloqué en una posición que resultaba súper cómoda para la lactancia; tomaba leche hasta saciarse y se quedaba dormidísima; yo mientras me ponía a trabajar, sentada frente a la computadora y en ningún momento me sentía incómoda.
El porteo fue excelente para mí porque una vez que me colocaba el rebozo y a la niña, podíamos ir a donde quisiéramos. Incluso cuando ya había aprendido a gatear y a caminar, a ella le encantaba que yo la cargara de esa forma, la arrullaba y le era muy placentera. Cuando fue más grande aprendí a usar otro amarre, esta vez en la espalda, y cambié al fular de tela más gruesa que estaba especialmente diseñado para niños más grandes. La cargué hasta que tuvo más de tres años y una vez hasta nos fuimos a una marcha.
Está comprobado que el porteo es muy útil cuando los bebés pequeñitos padecen cólicos o reflujo, pues la posición vertical les facilita la digestión. Igualmente, les da sensación de seguridad y les ayuda a establecer conexiones —esto aplica no sólo para mamá, sino también para papá, quien puede cargar por igual al bebé y establecer esa conexión especial al juntarse los corazones—, también es de gran auxilio para la lactancia, al estar más tiempo juntos los cuerpos de madre e hijo o hija. También presenta algunos beneficios para quien lleva al bebé, como facilitar una mejor postura y permitirle realizar otras actividades: yo hasta podía lavar platos con mi bebé en el fular, bueno, sólo cuando era más pequeña, ya después le encantaba tocarme y jugar con mi cara.
Si estás esperando un bebé o sabes de alguien que va a tener uno y nunca han probado este método, se los recomiendo muchísimo. Estefanía ya es una niña grande y quiere moverse por todos lados sola, así que yo le regalé mis fulares a una amiga. En internet hay muchísimas opciones, ya sean de los más tradicionales tipo rebozo, o canguros (hay incluso algunos que se pueden conseguir para temporada de frío que son canguro-sudadera, en México no es posible, pero tal vez en el país donde tú vives sí, no pierdes nada buscándolos). Si ya lo experimentaste, sabrás de lo que te hablo y lo mejor que puedes hacer es pasarle la recomendación a otros futuros papás, seguro que te lo agradecerán en el futuro.