noviembre 07, 2017 3 Tiempo de lectura

Hola amigos de Tubbies, les escribe de nuevo Alexandra. Fíjense que estuve leyendo lo que se ha publicado aquí en el blog y veo que hay temas súper interesantes que nos pueden servir a todas las mamás, porque seguro que la mayoría hemos pasado por experiencias similares. En particular, me gustó mucho lo que nos escribió Rocío porque mientras la leía me identifiqué muchísimo con lo que relata, cuando no sabes cómo reaccionar ante los consejos cero oportunos de la familia. ¡Me pasó lo mismo cuando mis tías me decían que no podía descubrirme hasta que pasara la temporada de puerperio o cuarentena! ¡En pleno mayo querían que me pusiera suéter y chamarra!
Pero yo quisiera agregar, que además de la experiencia de los pediatras —que vaya si han tenido que estudiar— o de nuestras propias mamás —yo soy mamá soltera y los consejos de mi mamá, cuando yo se los he solicitado, me han apoyado enormemente—, también debemos confiar en nuestra intuición, pues nadie conoce mejor a nuestros hijos que nosotras. Es como un súper sentido que se desarrolla desde que tu bebé es una semilla en el vientre. ¿A poco no les pasó? Yo tenía apenas un día de retraso cuando supe que estaba embarazada, mi cuerpo y mi corazón lo supieron, lo sentían. La prueba sólo fue una confirmación. Los nueve meses que tu bebé crece dentro de ti sirven para generar ese lazo irrompible. El día que me entregaron a Estefanía en el hospital, estaba hambrienta y lloraba, yo trataba de vestirla de amarillo por aquello de la buena suerte, y entonces le dije en voz quedita: «Ya, ya, acá está mamá» y de inmediato ella reconoció mi voz y se tranquilizó, me di cuenta que todo ese tiempo que pasé hablándole y cantándole mientras ella crecía en mi vientre no había sido en balde, sin conocernos del todo, ella sabía quién era yo.
También, de cierta inexplicable manera, yo sabía cuando mi bebé tenía hambre, o cuando estaba mojada o que a veces sólo quería que la cargara un ratito. En verdad que existe ese sexto sentido de la maternidad. Además, debo confesar que me gusta mucho informarme: desde que supe que estaba embarazada consulté varios libros y revistas y me gusta verificar la información en Internet. Ojo, aquí quiero hacer una advertencia, Internet sirve para confirmar algunas sospechas o para conocer detalles sobre el crecimiento de nuestros hijos, o como este espacio que estamos creando aquí, para compartir nuestras vivencias y que le sean de utilidad de alguien más. Ahora es muy común que escribimos algunos síntomas en el buscador de la red y nos diagnosticamos solos de enfermedades imposibles. Pienso que es tan malo el extremo de todos los remedios tradicionales de las abuelas, como el otro, de creer todo lo que leemos en la web.
En muchos casos, me parece, lo importante es saber tomar la decisión correcta. Por ejemplo, en qué escuela queremos inscribir a nuestros hijos: lo primero será buscar opciones que nos convengan, por la cercanía, porque nos las recomiendan, porque sabemos que es una escuela de larga tradición y alto nivel educativo. Cuando ya tienes varias opciones, te informas y vas a conocer las posibles escuelas. A lo mejor alguna tiene mejor reputación o más años, instalaciones más grandes y modernas, o quizá algún conocido te la súper recomienda, pero al final de cuentas, tú sabrás tomar la decisión correcta porque tu experiencia como mamá te guía, sólo tú conoces a tus hijos para saber cómo se adaptarán en una u otra escuela.
Cada niño es diferente y nadie mejor que su mamá lo sabe, incluso cuando tienes más de un hijo, conoces las fuerzas y debilidades de cada uno, su personalidad y carácter, qué le gusta hacer y qué no. Por eso nadie como mamá para saber qué le pasa, qué necesita o a qué se debe un berrinche. Incluso cuando los hijos crecen, su mamá sigue conociéndolos al dedillo; es parte de nuestro trabajo y parte de las razones por las cuales es el mejor trabajo del mundo. 

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